martes, 27 de julio de 2010

La mafia etílica de la literatura piurana. Que asuman que son unos amorales fingidores. Por Ricardo Musse Carrasco

El poeta y miembros de su familia.

Los escritores que en Piura se promocionan y que constituyen las mismas caras de siempre, monocordes e insufribles, con una incurable y narcisista hipertrofia del ego; con el paso del tiempo se han amurallado mafiosamente. Pues, sólo entre ellos se reseñan, reventándose cuetes, diciéndose mutuamente que lo que han parido escrituralmente es la última chupada del mango, producto de sus entrañables identificaciones con las tribulaciones del hombre de carne y hueso; ¡pero qué doblez de conducta que se manejan estos amorales!: Que ya, de una sola vez, excreten sus más fariseos intereses, que evacuen auténticas afirmaciones como admitir que realmente no sopesan los méritos estéticos de las obras publicadas, que no les da la gana analizarlas y/o posicionarlas en su justa dimensión, y que, si lo hacen a regañadientes, es porque aprovechan que ya han sido reconocidas fuera de los mezquinos linderos de Piura; y que no les interesa, en absoluto, propiciar el relevo generacional.

Que asuman y, digan ya, que son unos amorales fingidores, que se aferran con uñas (mugrientas, dicho sea de paso) y dientes (sarrosos, además) a sus deleznables poderes literarios, acallando impíamente obras que opacarían, a todas luces, las suyas. En fin, que se dejen de estarnos hueveando con la abominable retórica de que siempre han evidenciado apertura a los nuevas voces discursivas.

Empero, lo más repudiable de todo esto es que esta detestable mafia ha impuesto, con su sistemático y vil accionar, una única credencial consistente en que para que los demás sean difundidos deben chupar hasta decir basta, hasta que se embrutezcan alcohólicamente y se envilezcan hablando toda suerte de huevadas y menos de literatura; y para que vociferen, a los cuatro vientos, que ellos son el Non Plus Ultra de la literatura piurana; y, además, para que las nuevas voces los lisonjeen y sean publicados –con esa insobornable condición- sus alucinógenos escritos, esto es, rogándoles hasta trastabillar y, en una mendicante genuflexión, clamarles que por favor les hagan un artículo y lo difundan en los diarios de la región.

El escritor que ose no someterse a dichos requisitos será condenado a la aborrecible eternidad del implacable ninguneo.

Qué triste constatar –acongojado, estoy por esto-, que escritores que antaño relumbraban repulsa hacia esas amorales prácticas, ahora, con una prominente barriga alcoholizada, orondos e ingratos, comparten, con su obsecuente anuencia, esos humilladores bacanales.

Qué triste constatar, además, que la “reserva moral” que constituía la nueva hornada literaria, esté compuesta por drogadictos, trasnochados izquierdistas, renegones de su raza originaria, intonsos acomplejados que requieren de las sustancias etílicas para degradarse más y para cometer injustificables tropelías amorales.

Felizmente que nunca me veré esclavizado con esa maldita ebriedad, ni, mucho menos, falseado y denigrado, en una adulona actitud, suplicando, botella en mano, que por favor no sean así, que por favor no me castiguen con el obnubilado puñal de su beoda indiferencia.

Sullana, 12 de julio 2010.

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