jueves, 2 de septiembre de 2010

De VOCACIÓN DE ESTRAGOS, obra inconclusa del poeta Marco Fonz de Tanya (México)

VOCACIÓN DE ESTRAGOS, es la obra (aún inconclusa) que reúne varios libros que mi amigo Marco Fonz de Tanya ha ido escribiendo durante más de 10 años. En él se pueden encontrar los títulos: "Cantos siniestros a Chiapas", "El ojo lleno de dientes", "Osario de los relámpagos", "La danza de los idiotas", "Vocación de estragos", "Oír cáscara amarga", entre otros, de los que iré publicando poemas para desentrañar el universo complejo de la poética de Marco. Él me confía su trabajo y desde la tribuna abierta de Gambito de Rey se lo agradezco. Un abrazo, querido amigo.
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Marco Fonz en el estudio de su amigo, el pintor Carlos Larracilla.
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De CANTOS SINIESTROS A CHIAPAS

El pensamiento feroz de algo pequeño
Cuando éramos bellos e inmortales y las moscas y gusanos
estaban lejos de nuestra nítida visión de niños sobre la tierra.
Cuando ella era un vestido en donde colgar los sueños.
Cuando era ese grano sorprendido en la tortuga que viaja por galaxias.

Cuando nuestras manos eran ciegas y descarnadas
buscando miel y llanto
nuestros pies eran sombras lunares
mandadas a lavar con diosas y termitas
nuestros cuerpos eran el hueso
donde se regocijaban el perro o la rata.

Éramos todo eso y la tierra era joven y lejana.

Cuando teníamos la inocencia estúpida bajo las axilas
y un monstruo de dos cabezas dormía en la misma almohada.

Éramos tú y yo terribles insectos devoradores de ideas, de silencios.

Cuando como brillo de un pensamiento o relámpagos de sabia luz
existíamos incómodos buscando preguntas dentro del sombrero,
dentro del conejo, dentro del mago.

Cuando éramos bellos e inmortales fuimos engañados,
entonces yo, era un imbécil confiado, y tú, gentil y en silencio,
nos dimos de amantes contra el suelo.

Por la selva
No entiendo nada de lo que veo
nada quiero entender.
No quiero saber acerca de los ojos sangrantes de la iguana
ni del cadáver convertido en millones de hormigas
Animal gigante por la selva.
Recuerdos de épocas superiores.

Los ojos buscan pasado
A lo lejos pude ver cómo bajamos a ensuciarnos los pies.
Sonreíamos y jugamos con el pequeño feroz.
Corrimos a esconder la vergüenza
que nunca encontré en los pinos ni las piedras.
Todos llegamos desnudos y deformes.
Pero descubrimos los cuerpos con ropa.
Vestimos toda la montaña;
que nada quedara enseñando el pecado ante los ojos del fumigador.
Así que nuestro jardín se convirtió en una tienda departamental.
Pero tú como buena hija de Lilith, la nocturna,
no quisiste saber nada de ropa y te transformaste en río
para nunca ser la misma.
Yo te observé junto a mi sonrisa demencial
que loca se tapaba los ojos para no entender
cómo de corriente desnuda
te transformaste en espuma desnuda
para después ser tú desnuda.
Y con tu vergüenza desenvainada
retar al fumigador para que dijera algo
pero nadie dijo nada.
Yo seguí incrédulo y de pie ante tu belleza,
pensé que si mostraba mi vergüenza
las nubes se petrificarían
simulando la ira de dios.
Fui valiente y me quité un zapato
mi pie salió despacio del cascarón
–Aquí estoy, esperando tu regaño.
Pero nadie dijo nada.
Quedé tranquilo mirando cómo formabas parte del todo.
Pensé que los ojos siempre buscan pasado en donde esconderse.

Antepasados
Un día más sobre las ruinas y mi locura será eterna.

No cierro por completo mis ojos
por temor a que me ataquen
los fantasmas de estos sitios.
Todo aquí tiene una piel transparente y viscosa
se mueve tan despacio que me da vértigo el movimiento estático
que hace sombra de mi luz recuperada.

Una pluma más de quetzal y vomitaré todas las iguanas y armadillos
todos los monos y los príncipes insepultos.
Una pluma más de guacamaya y vomitaré todos los lagartos y garzas
todas las ceibas y cafetales, todas las escalinatas.
Una mancha más de jaguar y vomitaré los lugares sagrados
todos los caracoles de río y todos los días del calendario estelar.

Un día más sobre estas ruinas y comenzaré a tragarme
el cuento de nuestra grandeza en el pasado.
Como si no los viera llorar perdidos en los siglos.
Como si nos los viera suplicar un poco de ayuda.
Como si no los viera buscar escorpiones debajo de sus camas.
Como si no fueran los eternos cobardes a la muerte.

Grandeza ancestral mi pie sobre la roca.

Sueño de murciélago
Uno llega aquí nada más a morir
a quitarse la piel.

Entierro voluntario en donde se regresa a un tiempo arcaico.
Sueño de murciélago en donde los panteones
están en la espina dorsal del infinito.

Uno llega al olvido a pesar del presente
a sepultarse en un ataúd de agua
a tener el último sueño bajo una juncia de fuego
en medio de pinos derretidos y atardeceres demenciales
que le dan al camposanto algo de un gesto vivo.

Uno llega aquí sólo para irse
solo para estar solo.

Baile de esclavos
Hay algo que quiero olvidar por sobre todas las cosas:
ese baile de micos sangrantes de colores.
Universo limitado de carne y movimiento.
Mirada de orgulloso rencor saltando al cuello del que observa
como la víctima mira al verdugo y son culpables los dos
en su ociosa danza de regionalismo e inútil recuerdo.

Torrente de soles peludos expulsados
por los vientres de las calles.
Un grito de bárbaros los recibe como única prueba
de su ridícula existencia.

Curioso masoquismo de recordarse siempre esclavos.

Jícara llena de telarañas y fetos,
vestida de un olvido negro con flores bordadas de hilo eterno pero triste.
Ni el color puede ocultar la ruina del desvelo.

Y no es el indio el que baila
y no es el negro inventor del movimiento
ni la negra lleva al mar en su cadera
y no es la india la que se amarra la luna en la cintura.
No son ellos.

Baile de tradición cáustica
baile de suspiro hueco.
Zapateo para despertar al diablo.
Tierra donde un santo es asesino y es amado.
Baile de máscaras sangrantes.
Baile de mi bien olvido.
Triste sadismo de recordarse siempre esclavos.

Canción
El mal no está en la tierra, ni en el pueblo, ni en su gente.
Yo soy quien se equivoca.
La enfermedad es dentro de mí y no vive en nadie más.
Yo soy el que se convierte en estatua de sal.

Sueñen tranquilos, los malos no duramos mucho en el cementerio.
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MARCO FONZ DE TANYA. México, 1965. Vivió en Chiapas 20 años. Tiene estudios de filosofía por la UNAM. Fue becario del Centro chiapaneco de escritores en 1994. Tiene publicados 17 poemarios. Sus poemas han sido antologados en Chiapas, Zamora, México, D.F., Perú, Italia, EUA, Cádiz, Barcelona y Madrid.

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